Arquitecto Tomás José Sanabria, 16 de Febrero del 2000 . “El Nacional”, 21 Febrero del 2000.
A raíz de un articulo que se publicó hace días en este mismo diario “Arquitectos su atención por favor”, la revista venezolana de arquitectura Entre Rayas, me pidió ampliar el tema para publicarlo en una próxima edición, petición que con gusto trataré de responder. Mientras me ha parecido oportuno sacar a luz pública un tema que hace años he venido pensando
He usado reiteradamente el calificativo de “ranchificar” al referirme a la acción, tan común en nuestro medio, de alterar un espacio decente por otro de muy inferior calidad que se ajusta mas a nuestras necesidades momentáneas sin tomar en cuenta lo que ello pueda afectar al vecino o al vecindario.
Ranchificar no significa construir ranchos ¡no! Es un síntoma enfermizo de actuar frente al ambiente de forma egoísta, sin respetar normas establecidas.
Esto ha venido sucediendo sin excepción en nuestros poblados y en todo el ambiente nacional (esté o no construido). Desde el poblado mas pequeño hasta la gran Metrópolis Caraqueña. A primeras de cambio luce que es por falta de autoridad pero no es así, mas bien es por el virus que los venezolanos llevamos por dentro y que causa una terrible enfermedad a la cual le he dado el nombre de “Ranchosis”.
Los síntomas los observamos a todo nivel desde el que cuenta con mas recursos, pasando por la clase media, hasta el mas pobre. Los vehículos de las autoridades, sean Jefaturas Civiles, Alcaldías, Concejos Municipales, son dejados encima de las aceras o espacios peatonales, a pesar de contar con áreas donde estacionarlos pues es mucho mas cómodo bajarse del auto y entrar al despacho que caminar 50 metros. Además esto “da mas prestigio y autoridad”. Como nadie protesta la conducta es copiada por todo el que se quiere sentir importante. Esto es un síntoma de Ranchosis, tanto para los que han abusado como para los que toman el hecho como natural, teniendo que caminar por las calzadas pues las aceras están ocupadas. Lamentablemente aceptamos el abuso sin protestar ya que es mas cómodo no involucrarse, además ¿quién me pagaría por eso?
¡ El que sufre de Ranchosis, ranchifica ! con esta simple frase los invito a que hagan ejercicios con el fin de identificar esta calamidad que cada día degrada mas y mas nuestro hábitat, nuestra maravillosa naturaleza, al ambiente en el cual estamos formando NUESTRO FUTURO.
Sufren de Ranchosis los que compran su vivienda y al pagar su cuota inicial proceden a modificarla lo mas posible, construyen en los retiros (si se trata de una casa) así sea un multimillonario, invadiendo los balcones (en caso de apartamentos) sin importarle en absoluto lo que ello pueda significar para el vecino y como este sufre de la misma enfermedad no valora el hecho, hace lo propio y así continuamos la ranchificación.
Los venezolanos actuamos bajo el efecto de la Ranchosis al aceptar todos los abusos a los que estamos sometidos diariamente ¿es por culpa de las autoridades? No !, pues ellas sufren del mismo mal solo que con algunas peculiaridades que les brinda el ser agentes de poder. Es culpa básicamente nuestra. Es esa enfermedad que llevamos por dentro que nos inhibe impugnar lo anormal y nos deforma haciéndonos vivir en esta anarquía, en este desgobierno, sin tomar acción alguna.
El peor síntoma de la Ranchosis es la “apatía”. Las páginas de este diario serian insuficientes para enumerar los síntomas y consecuencias de este flagelo que nos está consumiendo.
La Ranchosis no es lo que produce las zonas de ranchos que vemos por doquier y que condiciona nuestro hábitat. Al contrario, es nuestra desidia signo inequívoco de la Ranchosis que a la larga nos vence, creyendo que es la forma natural de convivir.
El fiscal que no ve a la moto que se come la luz roja, las motos que pasan entre los vehículos como si no fueran parte del parque automotor. Las normas afectan a los demás, no a mi !
Campaneando una bebida y echando chistes en una reunión social somos capaces de arreglar a nuestro país y al mundo entero, pero ¿qué hacemos luego de verdad?
En Japón la multa por estacionarse donde no es debido varía entre 50 y 100 dólares. El vehículo que choca tiene 72 horas para ser reparado de no hacerlo, pierde su permiso de circular por un año. En Venezuela la falta de una antena en el automóvil, la Ranchosis nos la sustituye por gancho de ropa.
En una ciudad como Caracas en donde la vegetación es tal prodigiosa vemos mas anuncios comerciales que árboles. Y ¿quién se molesta en protestar?
Desgraciadamente no puedo referirme sino al virus que todos cargamos y que he denominado Ranchosis ¡que bueno seria descubrir un tratamiento para su cura !. Termino refiriéndome a una frase que nos dejó Simón Bolívar en abril 1825
“… un mal que no se conoce no se puede jamás curar.”