Nací en Caracas de Miseria a Pinto, en la parroquia de Santa Rosalía, el lunes 20 de marzo de 1922. Parte de mi infancia la pasé en Valle Abajo, (foto 01) una muy importante siembra de caña en los valles al Sur de Caracas, los que hoy día ocupan Santa Mónica y parte de Los Chaguaramos. Esta hacienda perteneció a mis abuelos, Don Eduardo J. Sanabria y Carmen de las Casas de Sanabria. De Valle Abajo me quedan extraordinarios, aunque muy cortos recuerdos; su ambiente estaba íntimamente ligado a la presencia del majestuoso Ávila (foto 02). Recuerdo a la familia disfrutar de la excepcional vista hacia el cerro y sus quebradas. En tiempos de la dictadura del Gral. Juán Vicente Gómez, éste quiso comprarle las tierras a mi abuelo y como se negó, dio la orden de cortar las acequias que servían de riego a las fértiles tierras. A pesar de los esfuerzos que todos hicieron -papá vendió su propiedad en Aragua con la idea de salvar a su padre de tal fechoría- nada se pudo lograr y quedamos todos en la ruina.

De niño pasé por los Colegios San Ignacio y La Salle (foto 03) terminando mis estudios de Bachiller en el Liceo Andrés Bello de Caracas en 1940. Culminé los estudios con mucho interés y además tuve la suerte de conocer a personas con quienes he mantenido gran amistad por toda una vida. Allí pude formarme como ciudadano ya que viví junto a mis compañeros los primeros roces como demócrata. Sentí la ventaja de la libertad versus la imposición de dogmas. Entendí el significado del respeto y la admiración hacia los demás. Años mas tarde, algunos de los compañeros ocuparon importantes cargos llegando a ser Ministros de Gabinete y uno de ellos hasta presidente de la República.

El ambiente fue propicio para apreciar la sencillez y honrar el valor de aquello que fuera  funcional. Admiraba las dimensiones del bloque principal de las aulas del Liceo, la altura y los detalles de las escaleras, etc. (foto 04)

Recuerdo que en los años 40, reunía lo posible para tomar un autobús que me llevara a Coro. Al llegar allí invertía todo mi tiempo en hacer dibujos (foto 05 y 06) de la bella arquitectura de nuestra colonia. En otras oportunidades los viajes eran más cortos, a sitios cercanos con el mismo propósito.

Mi padre era agricultor y mis tíos comerciantes, de manera que el interés por la arquitectura viene de forma personal y directa, sin duda por esa personalidad curiosa e investigadora que me ha caracterizado. Siempre me llamó la atención el empleo de los materiales y el ingenio del hombre al usarlos en su beneficio.

Con mi tío político, Rafael Herrera Figueredo, aprendí mucho mientras viví en su casa. Era ingeniero geólogo pero con el tiempo y debido al paludismo que contrajo en el interior, se dedicó a la ingeniería civil ocupando puestos muy importantes en el Ministerio de Obras Públicas (MOP), en la Dirección de Edificios. Se consagró al análisis matemático, haciendo extraordinarios ábacos para simplificar el cálculo, entre ellos muchos estudios del paso del sol. Elaboró los primeros ábacos dependiendo de puntos de coordenadas extremas de Venezuela. Era un inquieto investigador y mi gran interés por la insolación de los edificios se lo debo al tío Rafael, dándole así el justo valor que en la arquitectura tiene el trópico. Recuerdo que era muy cariñoso y exigente, en un almuerzo me dijo un día … “de ahora en adelante debemos hablar solo en clave Morse” (sistema de comunicación de comienzos del siglo XIX que consistía en combinar rayas y puntos), por este motivo debí estudiar y prepararme. En efecto así nos transmitimos y divertimos por mucho tiempo! (foto 07)

Cuando me tocó comenzar la universidad, la carrera que siempre pensé estudiar todavía no abría sus puertas en Venezuela; desde hacia dos años se hablaba de abrir Arquitectura, pero no se había concretado aún. Razón por la cual en 1941 me inscribí en la disciplina que consideraba la mas cercana, la Ingeniería, la cual estudié hasta 1945.

Estudiando ingeniería aprendí mucho, especialmente en la técnica de la parte constructiva, pero tuve problemas con las materias de matemática pura (específicamente con el Cálculo Infinitesimal). Afortunadamente, para entonces trabajaba como (foto 08) dibujante en la firma constructora Vegas & Rodríguez Amengual (VRACA), quienes me otorgaron una beca para que pudiera estudiar arquitectura en USA.

Fui admitido en Harvard University (GSD), Mass., para estudiar finalmente la carrera que deseaba. Eran tiempos de guerra y precisamente los creadores de la escuela Bauhause en Dessau, Alemania, habían sido expulsados por el dictador Adolfo Hitler, solo por el hecho de ser judíos. La Universidad de Harvard los contrató y por la falta de ofertas de trabajo, había mas profesores que estudiantes. Tuve la inmensa suerte de encontrarme dentro de esa situación, 28 profesores para 25 alumnos, circunstancias donde alternábamos diariamente con los grandes revolucionarios de la arquitectura contemporánea (foto 09).

Fui discípulo de grandes profesores como Walter Gropius, Marcel Breuer (foto 10 1), Martin Wagner, Huhg Stubbins, Ioh Ming Pei (foto 10 2) , quien para entonces tomaba su Master. Esta época fue para mi de inmensa fortuna; tuve la ocasión de compartir y entender las criticas y comentarios en las múltiples reuniones de trabajo, donde los ilustres maestros discutían ante nosotros de la forma mas directa y sencilla los cambios que se experimentaban (foto 11).

En 1947 regresando a Venezuela, continué trabajando en VRACA para devolver de alguna manera la oportunidad por ellos brindada. En ese momento se construía el gran comercio SEARS. Allí tuve una primera ocasión de discutir con los arquitectos que representaban la firma de Chicago. En relación a  la implantación de la tienda, ellos por timidez en la inversión proponían ubicarla en un extremo del terreno para dejar el resto como estacionamiento o futura inversión si salía mal el negocio. Yo proponía colocarla centrada en el terreno para que los estacionamientos fueran mas cercanos y equilibrados como servicio al usuario (foto 12). Creo que desde ese momento comenzó el desacuerdo entre el valor del espacio urbano y el interés del inversionista, el cual ha convivido conmigo a lo largo de la actividad profesional.

Hubo un concurso para un gran edificio que se levantaría en la esquina de Salas; VRACA se inscribió y me dediqué de lleno al desarrollo de este proyecto. Se habían inscrito arquitectos conocidos, resultando ser VRACA el ganador. La firma esperó que recibiera la reválida y tuvo la gentileza de hacer pública mi participación honrándome así con el galardón y su premio en efectivo. Este edificio jamás se construyó, pero la prensa se encargó de hacerle  propaganda, lo que sin duda representó un beneficio para mi persona.

Realicé proyectos de pequeñas casas para personas que confiaban en mi (la primera fue la casa Casanay I en Caracas, 1948). Estos logros me estimularon a dedicarme de lleno a obtener la reválida (foto 13) y el título de arquitecto venezolano, logrando así mi independencia profesional.

Hacía algunos años habían llegado un grupo de arquitectos graduados de la Ecole de Beaux Arts de Paris, como Carlos Raúl Villanueva, Carlos Guinand, Luis Malaussena, etc, quienes básicamente trabajaban contratados por los Ministerios. …. que esperanza nos quedaba entonces? (foto 14)

Hicimos contacto tres jóvenes recién llegados de USA. El arquitecto Juan Andrés Vegas y el arquitecto Diego Carbonell, ambos de la Universidad MIT.  Sin pérdida de tiempo comenzamos a reunirnos en «peñas»; cada miércoles hablábamos preocupados por el futuro que nos esperaba, considerábamos la situación y el cómo la podríamos cambiar (foto 15) No fue tiempo perdido después de todo, de estas reuniones salió el comienzo de tres actividades que se hacían necesarias. Juan Andrés fue ocupando cargos que le hicieron una autoridad en el campo urbanístico a escala Nacional. Diego se interesó en el campo gremial y ocupó la Presidencia de la Sociedad Venezolana de Arquitectos y a mi que me gustaba la docencia, tuve el honor de ser el Primer Director de la Escuela de Arquitectura.

Durante la etapa como Director de la Escuela de Arquitectura de la Universidad Central sentí una inmensa responsabilidad y placer de llevarla a cabo. Al poco tiempo, contraté al arquitecto George Rockrise (foto 16) de California durante seis meses para que elaborara un Plan de estudios modernos, acorde a la época que vivíamos. Estuvo trabajando en ello, pero lamentablemente cuando lo presentamos no fue aceptado por diferencias que surgieron en los altos niveles.

Como anécdota interesante voy a referirme a una que fue notable, surgida entre dos profesores muy competentes quienes por diferencias que no vienen al caso mencionar, se cayeron a puños. Lamentablemente debí resolver la situación de la manera mas drástica y me ví ante la desagradable necesidad de retira a ambos profesionales. Hablé con el profesor Abel Vallmitjana (foto 17), deferente amigo, persona muy culta en Historia y en la Artes. Luego de una serie de reuniones convinimos en crear una novedosa manera de dictar la cátedra de historia; presentar el proceso de una manera actualizada, la cual tuvo gran acogida entre los alumnos. Acordamos comenzar el relato desde hoy en día hacia la antigüedad, proceso inverso al que se venía utilizando. Fue muy exitosa la propuesta con la cual me sentí contento, ya que la aceptación demostraba además que nuestra juventud estaba deseosa de asumir los cambios.

Era necesario hacer modificaciones en una disciplina que clamaba por nuevas formas de orientar los problemas … el cambio se imponía!

La Escuela era pequeña y el Pensum era el que había recibido como tal.  El reto sin duda era muy interesante y quería expresar la inquietud de lo ganado en Harvard. Las situaciones me fueron llevando a desarrollar tesis de organización, las cuales fui alimentando con el paso del tiempo y las exigencias propias de la Escuela. Consideraba indispensable que la Escuela se mantuviera con pocos estudiantes a fin de tener una relación directa entre Director, profesores y alumnos.

La primera elección fue ganada por el arquitecto Julián Ferris, a quien le recomendé no permitiera que la Facultad creciera en más de 400 alumnos. En algún momento escuché que llegó a tener cerca de 4.000!!

La Escuela que no se controla va haciéndose más y más grande, perdiendo la flexibilidad para intercambiar niveles del conocimiento, de establecer mezcla en materias afines, de mantener la unidad y valores tan favorables en la enseñanza. Conozco casos en el que estudiantes no se conocen entre sí ni conocen a los profesores, donde jamás han llegado a tener contacto con educadores que les brinden nuevas ideas. Mucho mejor es que existan varias Escuelas competitivas con pocos alumnos que una gigantesca de menor efectividad.

En Harvard habíamos sido entrenados para trabajar basados en Plan Maestro cuando en Venezuela no se conocía aún. Recuerdo inclusive la suerte de tener maravillosas discusiones con Carlos Raúl Villanueva porque le exigían más edificaciones para la Universidad que él no quería aumentar, pero como no existía la cultura del Plan Rector, no encontraba apoyo en sus contratantes.

Durante mi período como Director mantuve una estrecha relación con los profesores que me acompañaban, sosteniendo reuniones semanales para el avance y mejoras en la Escuela. Precisamente esto fue uno de los causantes del comienzo de mi retirada. Recuerdo que casi peleé con el arquitecto Willy Ossott  (foto 18), quien era el Decano de la Facultad, porque me dijo que por restricciones políticas, no podíamos reunirnos más de 3 profesores en la Escuela. Así que convoqué a los todos profesores, unos diez, a mi casa para continuar con nuestras responsabilidades. Al día siguiente recibí una amonestación exigiéndome que no volviera a ocurrir.¿Cómo se puede administrar un centro de educación con este tipo de restricciones?.

Siendo profesor de Composición en Arquitectura, vi con mucha preocupación como la población aumentaba y se creaban nuevos Talleres, mientras que la enseñanza se nos escapaba de las manos.

Me fui retirando a fin de ocuparme de mi Oficina que cada vez me exigía mayor esfuerzo. Tuve que hacerlo para atender  muchos compromisos y he de agregar que así como expliqué mi preocupación por la Escuela, ahora sentía lo mismo por la primera oficina de arquitectura que fundaba con Diego Carbonell (foto 19)

Cuando das clases, como profesor aprendes más de lo que enseñas. Ver los múltiples pares de ojos concentrados con interés en lo que expones es un estímulo y al concretarse en preguntas inteligentes, se plantean novedades que te hacen pensar y aprender!

Hablar con los estudiantes siempre me ha parecido una obligación, la cual me da gran satisfacción y por ello les he demostrado todo mi interés en la Universidad y desde mi Oficina.

El taller de Sanabria:

En 1949 monté junto a Diego Carbonell la primera oficina de arquitectura en Venezuela, Carbonell & Sanabria y mantuvimos la Sociedad hasta 1953. La oficina inicial estaba ubicada en un pent house al Sur del Teatro Municipal (calle 08 bis) y al año nos mudamos al edificio Araure en Sabana Grande (foto 20).

No recuerdo sino críticas a la idea, a quien le anunciara lo que pretendíamos hacer me respondía diciendo que sería una locura.

Para entonces había varias oficinas de ingeniería cuyo origen fue la inteligente y oportuna idea que tuvo el Ministro de Obras Públicas, Ing. Gerardo Sansón (foto 21). La costumbre era contratar grandes empresas extranjeras para llevar a cabo los proyectos de envergadura que debía contratar el Ministerio, pero Gerardo, sabia y justamente, dividió la nueva carretera que comunicaría a Caracas con Puerto Cabello, en varios trozos, adjudicándole la construcción de los ramales a nuevas empresas venezolanas como VRACA. Se conformaron empresas que sintetizaron en una sola vía el fundamental sistema y también la construcción de la re-urbanización de El Silencio. Así comenzó la ingeniería en Venezuela!

Pasamos meses sin recibir llamada alguna. Nos habíamos propuesto no trazar una línea sin antes firmar un contrato de servicio donde se establecía una cuota inicial. Finalmente recibimos la llamada de un Industrial Venezolano, Carlos Degwitz, quien deseaba le proyectáramos su casa en Valencia. Esto fue el comienzo de nuestras actividades y la demostración que no era un disparate!

En 1953, Diego y yo nos separamos como empresa. Fundé la oficina con mi nombre Tomás José Sanabria, Arquitecto, en el novedoso edificio Polar de la Plaza Venezuela (foto 22).

En 1963, decidí invitar a mi hermano Eduardo, quien también era arquitecto, para asociarse conmigo. Organizamos la oficina Tomás José Sanabria & Eduardo José Sanabria, arquitectos, hasta 1972. Los primeros años nos mantuvimos en el Polar y luego nos mudamos a Santa Mónica. (foto 23).

En 1972 cambiamos el nombre a Sanabria Arquitectos, S.A. hasta 1989, cuando por razones personales, Eduardo se separó de la firma.

A partir de ese momento, invité al arquitecto Gustavo Torres B., quien tenía años trabajando con nosotros, y a Lolita Sanabria, mi hija y diseñadora industrial para formar parte de Sanabria Arquitectos, SA. (foto 24). Sostuvimos esta sociedad en Sabana Grande hasta 1999, cuando una nueva crisis comenzó en Venezuela.  En 1999 se independizó Gustavo y continué con Lolita mi hija, la oficina Sanabria AA, C.A. en Sabana Grande y mas tarde en el CCCT, donde estamos aún. (foto 25).

El año entrante cumplo 60 años de haber fundado aquella primera oficina de arquitectura. Hemos pasado por años de severas crisis económicas donde la mayoría de las oficinas de arquitectura han tenido que cerrar sus puertas. He sabido mantener mi Taller -con diferentes nombres según las épocas- siempre activo hasta la fecha de hoy (octubre 2008).

Hablar con los estudiantes lo siento como una obligación que me da gran satisfacción, porque es hablar con el futuro!

En mi oficina he mantenido el contacto con todos los alumnos que así lo deseen. Las puertas del Taller siempre están abiertas previa cita. Le he dado la atención que se merecen los estudiantes de cualquier universidad por igual. Con el mayor entusiasmo respondo a invitaciones para dar charlas a Escuelas dentro y fuera del país. Pienso que mi labor como docente la he continuado ejerciendo, tanto en las aulas de la Universidad como desde mi oficina y mientras el cuerpo me lo permita, mi propósito es continuar haciéndolo!

He aceptado ofertas de trabajo de las mas variadas escalas, pero también he rechazado aquellos que se salen de lo que pueda atender como es debido o que su complejidad alteraban el desarrollo de lo que me encontraba diseñando.

En todas las etapas de mi oficina de arquitectura, he estado claro que no quería crecer demasiado para no perder el control, ya que mi trabajo fue siempre a nivel personal. He tenido ofrecimientos fuera de Venezuela, a los que por principio me he negado aceptar. A manera de excepción he de referirme a una casa que proyecté en las Bermudas, donde viajé y estuve viviendo por unos quince días, a fin de entender las normas y costumbres del lugar.

Hay una frase de la escritora Ana Nin que me gusta por lo clara que es!

       LAS COSAS NO LAS VEMOS COMO SON …,

       LAS VEMOS COMO SOMOS!

También la preparación de los arquitectos en la oficina era una labor de educación profunda y extensa. Nos tomaba un par de años que un colega recién graduado entendiera y se involucrara en la filosofía del Taller. Su primera tarea al formar parte del equipo en un proyecto específico, era entender el espacio. Les explicaba la importancia del entorno urbano, solicitándoles ir al sitio, olerlo, sentirlo, ver como reacciona el ambiente de día, de noche, con lluvia, días feriados o de trabajo, a las diferentes horas del día, etc. Para muchos jóvenes esto podía parecer una pérdida de tiempo y hasta medio ofendidos preferían claudicar, pero aquellos que tenían la disciplina y la fortaleza, se convertían poco a poco en verdaderos colaboradores al ser quienes alimentaban la información necesaria para diseñar las respuestas adecuadas. La oficina Sanabria ha tenido siempre un ambiente de gran camaradería. He tenido la suerte de contar con personas durante largos períodos, Agurne Badiola por 51 años (foto 26)., José Antonio Díaz M. por 48 años (foto 27)., Alfredo Hernández hasta su muerte por más de 40! (foto 28)…. sin nombrarlos a todos, puedo afirmar agradecido que el equipo humano y profesional ha sido insuperable! (foto 29 1).

Para mí la enseñanza y aprendizaje a través de los obreros, maestros de obra y técnicos es indispensable. Compartir las experiencias con ellos me hace redondear la idea de cómo hacer las cosas de la mejor forma posible (foto 29 2).

En diferentes momentos me fueron ofrecidos cargos oficiales como el Ministerio de Obras Públicas o la Presidencia del Centro Simón Bolívar, cargos que no quise aceptar por mis obligaciones con la oficina. En 1964, acepté con gusto ser Asesor de la Oficina de Planeamiento Urbano (OMPU), cargo que cumplí hasta 1966 junto a los arquitectos Victor Fossi y Omer Lares. Estando en el OMPU, recuerdo que pedía los planos del sector de la ciudad que estábamos tratando y me traían planos y gráficos obsoletos que no servían para el estudio. Propuse en OMPU que sería indispensable contar con un helicóptero para mostrar la morfología cambiante de la ciudad. (foto 30).

La aviación siempre me ha gustado mucho y fui piloto por unos 30 años. Tuve la oportunidad de adquirir mi propia avioneta, así que con el placer de volar mi avión, tomaba las fotos del sector (foto 31) las revelaba y ampliaba, para poder discutir en la próxima reunión con material actualizado. Esto me convenció del valor de la fotografía y así comencé la colección de diapositivas aéreas sobre el Valle de Caracas y sus alrededores. Esta extraordinaria colección está formada por más de 7.500 diapositivas catalogadas, detalladas en su contenido y conservadas en ambiente adecuado (foto 32). El material acumulado en tantos años pasará a ser parte de la Colección Sanabria para estímulo y conocimiento de nuevas generaciones.

La Colección Sanabria:

Nunca pensé en que el material que servía para estudiar situaciones de un posible proyecto, planteamientos diseño urbano, denuncias de injusticia e irresponsabilidad social con la ciudad, o simplemente como expresión curiosa en un sitio visitado, podrían ser en un futuro parte de una colección, como la que hoy día estamos armando en los espacios de la casona de La Vega, custodiados por la Fundación Alberto J Vollmer (foto 33)

Ciertamente conservé con bastante orden todas las fotos, documentos y gráficos de mi labor profesional ya que por filosofía, las obras proyectadas siguen siendo parte de mi responsabilidad en el Taller. He tenido la suerte de llevar a cabo proyectos por etapas con unos 50 años de duración total -la Electricidad de Caracas, el Banco Central de Venezuela- y otros de los que nunca me desprendo y seguimos respondiendo cuando así nos lo solicitan –INCE, Aeropuerto Caracas OMZ, Biblioteca Nacional & Archivo General de la Nación, etc – por lo tanto, contar con la información histórica es indispensable!

También hasta casos difíciles o dolorosos, donde la decidía humana y la irresponsabilidad política, han hecho perder ocasiones maravillosas para la renovación y valoración de sectores de la ciudad -Boulevard Panteón, o el conjunto Cerro Ávila, etc).

Muchas de estas ocasiones y frustraciones me han estimulado a estudiar y dejar planteadas Tesis para que sean desarrolladas en el futuro. Soy un optimista a toda prueba y creo que las condiciones climatológicas de Caracas son la envidia para cualquier ciudad, es por ello que planteo propuestas para recuperar las Quebradas tesis T05, Caracas como sede olímpica tesis T11, pico Ávila tesis T00, Caracas en 50 años tesis T54, Tesis Segundo piso tesis T01, etc.

Es necesario despertar y mantener el interés en la ciudad. No podemos seguir viviendo mirando solo nuestro ombligo. Inmensa cantidad de análisis del Clima me han permitido conocer y respetar nuestro valle (foto 34). Es esta etapa nuevamente una oportunidad y responsabilidad para mi de continuar la labor educativa a través de análisis, tesis, denuncias proyectos y propuestas que servirán de estímulo a nuevas generaciones!! (foto 35)

(escrito por Sanabria en octubre de 2008 y fallece en diciembre del mismo año)